La exigencia es un aspecto imprescindible en el diseño y puesta en marcha del Sistema. Nos referimos, por un lado, a garantizar los niveles máximos de calidad de los trabajos, de profesionalidad y de independencia. Pero, por otro, también a las obligaciones adquiridas por las entidades que quieren acreditarse. Con la profesionalidad de los miembros que integran el Sistema se avala que someterse a un proceso de acreditación supone algo más que obtener una calificación óptima en una serie de indicadores. No es así. La acreditación obliga a la entidad, además de esos cambios obvios, a acometer un cambio en su cultura de trabajo y en sus aspectos organizativos.
En definitiva, para obtener la acreditación se exige un compromiso serio y verificable de la apuesta de la entidad por la Transparencia.